Cada tarde la mujer espera frente al andén del tren,
con la
vista puesta sobre cada hombre que pasa,
cada tarde antes del anochecer la
mujer espera.
No siente que ha perdido su tiempo,
es una espera necesaria.
No por
lo que puede llegar,
sino por justamente confirmar cada tarde lo que no
llega.
Espera para confirmar que no llegará.
Espera, eso la calma.
Quizás si llegase, eso sí, no lo esperaría.
Se ha acostumbrado a saber manejarse con lo esperado.
Es decir, con lo inesperado de la llegada.
Esa que no llega.
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