jueves, 4 de febrero de 2021

Lo que queda

 Lo que queda


miré la hendidura largamente,

así hundida, me quise arena

piqué las flores y las hice armarios

tomé polvo y la hice arcilla,

tierra con agua que imitaba a Apolo


con esas briznas me hacia un hogar,

con la voz pálida cantaba sin pena,

y con las buruzas me hacia un vestido,

y con la viruta una escalera


pero aquella noche de suelo blanco,

se oyó el escándalo de odio y humo,

y en llamas la cabeza de Apolo,

-extinguida y exhausta- ya sin ruido

esparcidas cenizas de mi tierra


y solo podía seguir con lo que queda...


y miré la hendidura largamente,

y así hundida, me quise arena,

piqué las flores, y me hice armario

tomé el polvo y me hice arcilla

tierra con agua que se hacía nueva.



El abrazo de las pequeñas causas

 El abrazo de las pequeñas causas

En una época donde nuestra vida ya no está orientada por los destinos y las obligaciones, por los encuentros forzados, por las formas diseñadas de como vivir; de esta época partimos y hablamos, y decimos, es la época donde el dicho se manifiesta, se introduce por los alcantarillados virtuales. En esta época donde los tiempos venideros parecen más violentos, más desérticos, más devastadores, cada vez más de lo peor, anunciando por doquier la proximidad del cese de lo vivo, siempre anunciando cuando se ésta por morir. 

En esta época nacimos, la de las pantallas negras, la de la información que se vende barata, la de libros electrónicos, la de amores chateados, la de imágenes en plataformas, la de ausencias de anonimatos, las de lo visto y lo no visto. Es ésta, y no otra. En esta época, ¿Qué puede abrazarse sino una pequeña causa? ¿Qué puede conducirnos en esta vida pre-apocalíptica sino el sujetarnos furiosamente a lo que nos conmueve profundamente, mordiendo como un perro acorralado ese pedazo de hueso que nos queda por roer? Somos perros, que buscamos olfateando, una pieza bella, como refugio ante lo mortal y efímero del ser. ¿Por qué no acceder a dejarnos causar? autorizarnos a dejarnos orientar por ella. Ahí hay que morder, no soltar, abalanzarse ante una melodía, un poema, una pintura, una palabra, un libro, una flor, una herida, un sabor, un oficio, un síntoma, una historia, una caricia, por un paisaje, un país, por un niño, por un amor, por un olor, por un pedido, por una vida. Sin esto, somos solos sujetos a una época.

Un joven toca Adagio para Albinoni en el tren, mientras una joven se encuentra con el efecto de este poema, se los comparto es de Karina Valcarcel, poeta peruana.


Cavernícola

A mis pequeños hombres que ya no están,

Pequeño hombre de las cavernas

poséeme con tu piel de animal para el invierno

arrástrame hasta el arco de la cueva de tu madre y dile que seremos felices juntos

luego mátala

y guardemos su carne para los días duros del 2006

Pequeño hombre de las cavernas

te abandonaré cuando seas viejo y tosas con restos del desayuno en tu pañuelo,

fingiremos felicidad ante el clic de la cámara

y nuestros recuerdos felices no rebasaran los límites de un álbum

Pequeño

muy pequeño

tan pequeño

hombre

de otro hombre

en las cavernas

pintando animalitos para trascender en las paredes

para que siglos más tarde

otros hombres de otras cavernas

sepan que estuviste ahí

Eso es todo lo que buscamos, pequeño hombre de las cavernas, eso es todo.

Por eso tenemos hijos

escribimos quejas

nos desnudamos en las pistas para salir en la tv,

eso es todo lo que buscamos

desde que las cavernas fueron hechas

por los malos aciertos de la madre naturaleza

que también tuvo un hombre

que habitaba en las cavernas

y olía a fresco limón

después de copular sobre alfombras verdes del paraíso.

Eso es todo

era todo

será todo

y millones de siglos después

cuando ya nada de esto exista,

ni las letras, ni los hombres, ni la felicidad

estarán las cavernas llenas de animalitos

bajo gruesas capas de tierra

ocultando el precioso secreto

del trascender


Adagio para Albinoni, mientras se lee.

https://www.youtube.com/watch?time_continue=226&v=kn1gcjuhlhg