Dices que me visitaste, colgaba, nocturna de una jaula,
belleza indómita y cuerpo furioso: ¡rugía!
era colmillo y pelaje como siempre,
salvaje y bruta como nunca
alzaste tu voz suave, atemperabas mis gritos
abalanzada como fuego sobre aquellos ojos
¡circo que clamaba bestia!
bestia y mujer, con pecho herido
que bendijiste mis cadenas esa noche
y al sonido de un rezo, la rudeza se atormentaba
torcidas extremidades, besabas cual rosas
dulzura exquisita, que me volvía humana
allí estabas tu, acurrucado y apacible
ahí estaba esa que era, agitada y temblorosa
mientras todos decían: ¡vaya fiera!
yo regresaba para darte nombre
custodiada, temida como estaba,
liberaste un ruido que extinguía mi garganta
ardiente y áspera como la arena
rota y encendida como la sangre
Alguien también dijo, que aquel hombre
había soñado con una tormenta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario