No te olvides,
del humo a media mañana cuando la gota ha caído al suelo.
Ni de la lágrima
del anciano por el muñeco de trapo empuñado sin presión.
No te olvides.
No te
olvides, del prólogo de la guerra en
epílogos de la paz.
Ni del garfio sobre el pecho de quien sucumbe al alivio de saberse sin más opciones
No te olvides.
No te
olvides de la consigna: No olvidar,
cuando las distracciones capturan el alma.
Ni cuando el
cantar del peregrino te regocije,
ni en asuetos de verano encandilados,
ni en laureles del azar en
momentos desafortunados.
No te olvides.
Pero sobre todo
No te olvides del trasnocho de una madre, que se aferra al llanto, como soporte
del tiempo.
No te olvides.
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