Me gustan las palabras:
rotas
dislocadas y
transgresoras.
No me gustan aquellas otras
las enteras,
completas,
las que parecen que saben,
y que buscan corresponderse con las cosas.
Me gustan los lugares donde se juegan con las palabras,
donde se habla de erotismo, de agresión, donde se confiesan pecadores
donde la gente se sabe cuerpo.
No me gustan los lugares donde se idealizan imágenes de hombres,
y donde los tropiezos se disimulan, y las palabras pasan desapercibidas,
aunque se hable.
¿Tú sabes que a mi me gusta confundir a la gente que se maneja con esas dos palabras? Tenía un amigo de izquierda que había vcivido en la URSS y en Cuba y otro de derecha, educado por los hermanos de La Salle. Pues a mí me gustaba buscar al primero cuando andaba con el segundo. Incluso fui a buscarlo una vez en la Casa nacional del MIR (Movimiento de Izquiarda Revolucionaria) con mi amigo de derecha (amigo también suyo) y todo el mundo se caía para atrás al vernos. Me imagino que igual de escandalizaban los fariseos cuando Jesús comía con publicanos y prostitutas.
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