jueves, 12 de octubre de 2017

apasionados por la verdad

Por: Margareth Acevedo
Una época que mal lidia con la incertidumbre, donde los tiempos de espera desesperan, nos encontramos como bien dice el tìtulo con un apasionamiento por la verdad, ¿podríamos decir de igual modo “indiferencia por la mentira”? NO, rotundo. Pues no leerse en su reverso, es un mal ahorrado. Vamos a ver de que sigue !La tecnología ha colado muy bien! ¿Quien hubiese pensado que la implementaciòn de los malentendidos en dispositivos móviles se hiciera tan efectivo? La comunicación, mal llamada así, se ha visto reducida a encuentros verbales textualizados y emoticonizados, es decir colonizados. Un texto sin textura, aun. El cuerpo excretado del intercambio entre un lenguado y otro. Efectos de ese mecanismo peculiar, desborda: angustias que se remedian inmediatamente. Un llamado a una respuesta rápida. Se ha visto, le ha llegado, se visualiza y se informa sobre lo enviado y recibido. Las ausencias y los tiempos de espera cada vez mas achicados. Zygmunt Bauman nos habla de lo lìquido. Nos liquida. El tiempo se desparrama. Nos apresuramos a responder para la pulsiòn, con pasión. Sujetos inmersos frente a pantallas, cortando y pegando. Trozitos de cuerpo que se disponen, capturados en una imagen. ¿Donde esta el cuerpo en todo esto? parece que solo se necesita el pulgar.
¿Por que ante la ausencia de respuesta, surge la angustia? ésta escurridiza e imprecisa se despliega efectivamente cuando menos lo proponemos, no sabemos como ni cuando surgirá, es descrita, de formas muy particulares: “tengo el corazón arrugado” “Un aprieto, un achicamiento” ” un ahogo en el pecho” “un vacio en el corazón” “un atoro en la garganta” “una vena que me comprime” “una sensación de intranquilidad, un palpitar que no es normal”, “un latir esguañengado” “un guarapo mal tomado”. Formas de decir la angustia, pues ésta no dice mucho, toma el cuerpo en su dimensión vital, encarnando un mal-estado. Aquí se siente el peso de tener un cuerpo vivo, y tomado por efectos de lo insoportable.
Entonces, tenemos este dispositivo sintagmatico, que como arreglo estructural , viene a dar respuesta a una sensación humana. Aun no sabemos de angustia en las mariposas. Pero eso esta allí, y parece ponerse al servicio del mercado, y de lo que sus objetos ofrecen. Aparece la distracción, como una forma de apartar la vista, y si tenemos suerte, también el corazón -brevemente- de esto. Como lo plantea Freud en Malestar en la Cultura (1930), las artes, las ciencias, y la religión han  sido lugares para hacer con ella, en cambio tenemos el entretenimiento,  por otro lado, como forma de satisfacción,  cuya duración es efímera, pero se halla al alcance del pulgar, hoy, y parece repercutir en la misma. Un caramelo se pone en el paladar, se deshace en la boca, quiero mas, quiero otro. Este modo, ha implicado la reducción de las diferentes salidas creativos y singulares del hombre ante la angustia y de su hacer con el  deseo, llegando hasta  un acomodamiento apulg-atado -si se puede decir así-con el pecho.
Entonces, ¿Como articular la verdad, en este asunto de la angustia y el cuerpo?
Somos apasionados de la verdad, se insiste ¿La angustia -como único afecto que no engaña-exige la verdad? Algo allí se destapa, ¿se tapa? Se para. Como si el sujeto estuviese comandado por una verdad, incuestionable, y esto impide separación.
La Verdad saliendo del pozo (1896), Jean-Léon Gérôme.
Un caso de Freud denuncia un fallo en los semblantes, Dora. Cazadora de la verdad, así la he llamado. Aferrada a cierto enganche con el develamiento. Su padre -impotente- hace gozar a otra mujer, que no es su madre. Esta ùltima no juega papel alguno allí. La otra mujer, Sra. K. en tránsitos amorosos con su padre, casada con el Sr. K. El cual muestra afectos hacia la señorita Dora. Ella entra en el juego del intercambio y del objeto que se pone a circular en relación al deseo. Asunto que conviene al padre, a la Sra. K y al Sr. K. Dora se queja de esto, su motivo fundamental, radica en que la hacen pasar por loca, ésta señorita no sabe lo que dice, argumentan los demás. Ella denuncia el juego de seducción del Sr. K, pone en evidencia que la Sra. K la trata por conveniencia con el padre, y se queja de los asuntos  ilícitos del padre con la Sra. K, y su empuje por dejarla a solas con el Sr. K. No olvidemos que también se le encara a Freud, lo capta en la transferencia éste: “ella me ha puesto en el lugar del padre” “quiere ver si en mi puede confiar” “si yo le voy a creer“.  Dora lleva su apasionamiento hasta el final: el padre falla. Esa es una verdad. Se lo hace encarnar en el cuerpo, su síntoma.  Una mujer que no cree en nadie, como se le dice ahora. Una desengañada, pero engañada -no sin violencia-por la verdad.
¿Cual es la verdad de todo esto? Que ella Dora, goza de esto.
Una época, en que la hipocresía burguesa encontraba su buen albergue, el fracaso matrimonial era la norma. El deseo se moviliza en esa instancia estructural. Y cada quien se las arreglaba como podía. Dora, con su cuerpo, decía: eso falla. El semblante se desvanece para ella.
No ha caído en cuenta, aun, en la trampa fundamental: la verdad, si puede decirse así, tiene estructura de ficción. No tanto por el “la” que por “verdad”, puesto en la frase. Pero ambas palabras apuntan a algo de lo que también fracasa: -la- verdad. No toda, como dirà Lacan. Pero ella habla.
Tiene estructura de ficción, mecanismo que por cierto ha sido uno de los modos de lidiar con la angustia. Fictus (“fingido” o “inventado”) simulacros o construcciones, montadas para vincularse con lo que no engaña.  Lo real en juego, no juega amablemente. Arrasa, y allí la necesidad del invento.
De eso, sabe Freud,  ante eso- que nos pone a decirnos- y que se cree. Estamos inevitablemente expuestos a que –eso– hable. Una carta  dirigida a su amada Martha Bernays, nos dice lo que sigue:
Viena 25/9/1882
Para mi querida Marty:
Comienzo estas notas sin esperar tu respuesta, para contarte mas cosas acerca de mi y de mis actividades, ya que nuestros contactos personales no me permiten decirte todo lo que yo quisiera.
Aquí, se pronuncia ante un obstáculo, decir todo lo que se quiere: una imposibilidad. Continua de igual modo, cada vez mas interesante su proceder. Afirmándose en este “No quiero seguir contándote sin- a menos que“. Un condicional, para proseguir en la escritura: hacer de otro, a quien aquel se dirige.
Voy a ser muy franco y confidencial contigo, como conviene a dos personas que se han unido para transcurrir su existencia en amor y amistad. Mas como no quiero seguir escribiéndote sin recibir respuestas, dejare de hacerte tales confidencias en cuanto no reciba tu contestación.
Luego continua con un poco mas, donde se visualiza mejor, el efecto de mentira que se asoma ante lo que llena allí, el vacío, y que contrarresta con lo acontecido en el encuentro con un cuerpo.
Los permanentes soliloquios internos relativos a la persona amada que no son corregidos ni remozados por la presencia de dicha persona conducen a falsas opiniones sobre la mutua relación y aun al rompimiento cuando, al reunirse de nuevo, se da uno cuenta de que todo es diferente a como lo había imaginado.
No me detendré mas en esto, pero invito a que continúen la lectura de la carta, la cual expone el tramado que dispone en el vìnculo con Martha. Donde subraya cierta  separación necesaria, un distanciamiento de nuestras ficciones fundamentales, para dar lugar a los “legítimos anhelos del otro“. Tal separación de nuestras construcciones narrativas mas particulares, dan espacio a lo que podría denominarse un invento: la conversación. No existe, pero podría uno atreverse a ello.
La imaginación juega de malas, y en la actualidad, ésta se pone al servicio de los utensilios. En un mundo de imagenieria pulgarizada, cuesta patas arriba hacer algo distinto a distraerse, un hacer algo con el cuerpo, hacer con la angustia, hacer con la verdad, e incluso con la ficción implicada en ella.
Consideremos también, que en la carta de Freud, los periodos de espera ante el intercambio epistolar se tardaba días, incluso semanas. El transporte, en esa época-finales del XIX-, aun daban susto en su rapidez, sino pregúntenle a Juanito, el niño de las fobias a los caballos y a los tranvías. Ahora en pleno siglo XXI los carros marchan rápido, los aviones, los barcos, el reloj incluso, sus manecillas se han vuelto un poco mas ágiles, la información anda veloz e inmediata, entonces ¿porque no esperar lo mismo de nuestras verdades mas radicales? esas también vuelan, como los fantasmas, que no con tanta luz, debajo de las camas, aguardan, a que se prenda rápido la lucecita, y se vea por fin, la cobija con la que nos arropamos para que no nos de frío.
Referencias:
Freud, S. (1970). Epistolario I (1873-1890). Barcelona: Plaza y Janes.
Freud, S. (1930). Malestar en la Cultura. En Obras completas. Barcelona: Biblioteca Nueva.
Freud, S. (1905). Análisis fragmentario de un caso de histeria. En Obras completas. Barcelona: Biblioteca Nueva
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