jueves, 12 de octubre de 2017

La política de la mariposa

Por: Margareth Acevedo
Ante el ave mansa, que es la cigüeña, y sus nocturnidades mitológicas, nos aguarda un acontecer no tan ovíparo. Ella, quien sin ser plumífera, vuela, condenada a compartir con sus otros especímenes de naturaleza lepidóptera, muestra bellamente su fracaso constituido en una consecuencia lógica de su tan voluntario enclaustramiento.
La escafandra y la mariposa, película dirigida por Julian Schanabel, en el 2007, nos invita a un recorrido inèdito de un cuerpo atrapado bajo sus propias entrañas, es decir, un cuerpo detenido exceptuado por  el acontecer de su palabra ofrecida ante su reserva perceptiva,  reducida al parpadeo de su ojo izquierdo. Allí, en esa parálisis física, se iniciaba lo que podríamos denominar, un torbellino existencial. Un sujeto dispuesto a sentir gravemente lo que implica su ser en el mundo. Librado del ejercicio de la movilidad, esa, que distraída, nos aleja de la experiencia de poseer un cuerpo. Ese perol que habla, contempla, disfruta, padece, también nos demuestra su apego a la materialidad que nos constituye, aquí la escafandra que es el cuerpo.
La escafandra es una palabra que proviene del francés scaphandre, èsta del griego skaphe (barca) y andros (hombre), fue utilizada por primera vez en 1775, por Jean Baptiste de La Chapelle, en su Tratado de la construcción teórica y práctica de la escafandra o barco del hombre (Traité de la construction théorique et pratique du scaphandre ou du bateau de l’homme). Es un invento que consistía en un traje realizado en corcho que permitía que los soldados pudieran flotar y atravesar un curso de agua. Actualmente, la palabra ya no se refiere al invento del Abad de la Chapelle sino a un conjunto de equipos y dispositivos que permiten que una persona pueda penetrar con seguridad en un entorno que le es hostil.
Fuente: RAE y ASALE (2014). Escafandra. Diccionario de la lengua Española. (23ª ediciòn). Madrid.
Es una maquinaria que suministra elementos funcionales, para mantener en vida el organismo. Un dispositivo externo a él, pero del mismo modo tocante a la intimidad vital.  Su parecido con las nuevas inserciones del campo tecnológico al mundo vincular, es increíble. Sin embargo, también comparte con la plataforma de la estructura del lenguaje con el cual el hombre se ve incluido: un artefacto prestado de lo cultural, ajeno y extraño,  con el que logramos involucrarnos tan estrechamente, que se vuelve parte del cuerpo. Un sonido, hecho órgano.  Extimidad: un neologismo lacaniano, que viene  a dar cuenta de lo paradojal del adentro-afuera, lógicas espaciales con las cuales creemos organizar así, nuestros modos de la realidad.
El argumento de la película, nos lanza repentinamente al encuentro con lo mas elemental de la vida: “estamos atrapados”, ¿quien podría imaginar que eso que  llevamos, “le corps”, a todas nuestras partes, resultaría ser la primera experiencia de encarcelamiento a la que accedemos?
Jean-Dominique Bauby, el protagonista de la historia, ante una embolia sufrida, cae vìctima del “síndrome de cautiverio”, paralizado, sin poder hablar, comer, ni respirar sin asistencia, se ve conectado a una maquina de la cual depende todas sus funciones. El director, magistralmente, logra, a partir de un cierre de cámara, que equivale a la percepción de Jean, sobre su ojo izquierdo, relatar todo lo que sucede. La mirada del espectador, es, literalmente, la mirada del cuerpo enclaustrado.
¿Que queda entonces para Jean, como posibilidades de contacto, para vincularse con el mundo? ¿Que hay del hombre, recién nacido, que aun sin disponer del aparato organizado de las palabras, y tampoco de las posibilidades físicas de su cuerpo, padeciendo lo que su constitución física aclama, logra articular un llamado al otro? Allí radica la demanda primordial de supervivencia humana: un otro ante el cual, por nuestra dependencia fundamental, requerimos ser escuchados.
Forzado a adaptarse a esta única perspectiva, Jean crea un nuevo modo de relación a partir del parpadeo de su único ojo, logrando construir, ante un otro atento, un nuevo lenguaje. La posibilidad, la da una suposición básica: su parpadeo tiene un sentido.
Dejemos eso quieto un rato, prosigamos, con el devenir de lo que hay puesto, en la estructura básica del claustro y lo que soporta las clausuras. Aquí, entramos de alguna manera, muy sutil, en la política, ceñida estrictamente, a la configuración de un cierre constitucional ocurrido recientemente en Venezuela. Un quiebre del estado de derechos, ¿Que implicaciones tiene esto? Pues que “la monarca”, no solo es una taxonomía de las mariposas. El estado de derecho, se constituye, justamente ante la caìda del absolutismo, ante la imposición de la burguesìa del siglo XIII y XIX, ante el poder econòmico alcanzado, imponiendo los reclamos políticos, produciendo una transformación social, e incorporando el concepto de Estado, el cual hoy día, implica la garantía a todos los individuos sin distinción a acceder a los derechos civiles y políticos.
Implica entonces, el estado de derechos y el respeto a los lineamientos constitucionales, el lìmite que pone freno al capricho de uno. La sentencia 156 emitida por la Sala constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, en la que se declara que, las competencias de la Asamblea Nacional serán ejercidas directamente por la Sala Constitucional del máximo tribunal del país, equivale a la clausura de dicho Estado de derechos, por anular la división de poderes establecida constitucionalmente.
El capricho político tiene entonces, nombre venezolano: monarca, rey, dictador. Absolutos arbitrarios, que “sin límites“, limitan dos garantías fundamentales que mantiene el estado de derecho, el Art. 7 La dignidad humana y el art. 8 Igualdad ante la ley. Cuando un gobierno decide por la arbitrariedad, el pacto social se rompe, es ahí donde la norma cumple su función: preservar el contrato social.
Es aquí donde se introduce el segundo enclaustramiento, derivado del cumplimiento de la voluntad arbitraria de un hombre,  en desacato con los acuerdos para todos. El claustro, viene del latin “claudere”, cerrar, o clausura, ¿Ante este encerramiento político, cuales son los horizontes de apertura, posibles para un país especifico, como es Venezuela? aparece la pregunta, ante la recién nominaciòn, surgida ya, claramente precedido por los hechos, ante esta forma de gobierno,  que configura su modo de funcionamiento de manera dictatorial.
Entonces, surge un llamado, asì como el cuerpo en cautiverio, somos ahora una nación enclaustrada, se requiere de buenos escuchas, ante los chillidos, sollozos y gritos que claman un ¡Gloria al bravo pueblo! ante el vil egoísmo, que otra vez triunfò. Ante los tiempos de cierre, se aguarda, se espera un momento de apertura, de fatiga, incluso de que algo se pase al equivoco, como esta vez ocurrió, y allí ante el tambaleo se lanza uno al atrevimiento; se podría decir que ante la vacilación del acto, se toma la batuta.
Ejemplo de ello, encontramos en la literatura, Moby-Dick; ante el autoritarismo y ambición de las ordenes del capitán Pollard, surge el primer oficial Owen Chase, quien al temblor del primero por la “bestia blanca”, toma la capitanía, y decide dirigir el barco.  Sin embargo,  lo pedagógico de la historia, no es la sustitución efectiva de un capitán por otro, no nada de eso; sino justamente la codicia que los embriaga, ante la caza de tan semejante cachalote. Es el interés económico, lo desproporcionado de la pulsiòn, lo que precipita y lo que se encuentra de fondo en el capricho de mando. La desfachatez del goce, lleva a la cazeria y aniquilamiento de tan hermoso espécimen. No hay lo que ponga tope a lo despiadado del destino del cuerpo encerrado en su propio circuito pulsional. Por eso,  las fisuras se agradecen y se aprovechan, es allí, donde algo se pone a circular fuera, en las vías posibles que buscan el llamado del otro, no su exterminio.
En el tiempo de las mariposas, la historia de Las hermanas Mirabal, se opusieron fervientemente a la dictadura de Rafael Trujillo, homenaje a aquellas, quienes por su voluntad de salir de su capullo, encontraron un destino funesto. Asì como hoy, parece dilucidar, azarosamente, el asalto y la muerte de personas en las calles en nuestro país.
Entonces, ante la política de la mariposa, una invitación a la salida singular, ser monarcas particulares, buscando el modo de vuelo especifico para cada uno, encontrando así, cada quien, una causa con la cual pueda lanzar el hilo, que permita tejer una trama, que no atente contra el otro. Gobernar, por cierto, proviene de “pilotear un barco”. Embarquemonos en esto: Algo que haga ruido, un ruido que haga lazo. ¡por favor
!

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